miércoles, 25 de marzo de 2020

Joker II

Joker   II
Por mientras, es poco lo que la película Joker puede lograr en este aspecto, así que cuando menos a nivel de la opinión pública es deseable que la cinta mueva a reflexión al cinéfilo, que lo invite a tomar conciencia de que los problemas mentales no son sólo una cuestión de individuos, sino de la sociedad en su conjunto. Los problemas mentales se generan y agudizan en el entorno social, familiar, laboral, y están ligados a la desesperación, al fracaso, a la explotación laboral, a los fracasos sentimentales, a la depresión, tristeza, abandono, soledad. Todo ello en un contexto que va de lo individual a lo social y de lo social a lo individual. 
Como señala el antropólogo británico-estadounidense Ashley Montagu, especialista en el tema de la violencia, en un artículo titulado El mito de la violencia humana, publicado en el periódico El pais “Hay pruebas de que las tendencias humanas básicas están dirigidas hacia el desarrollo a través de la capacidad para relacionarse con los demás de manera cada vez más amplia y creativa, haciendo más fácil la supervivencia. Cuando estas tendencias básicas de comportamiento se frustran, los seres humanos tienden hacia el desorden y a convertirse en las víctimas de los otros humanos igualmente afectados por estos desajustes.” Esta situación la podemos distinguir claramente en la cinta en donde poco a poco se va narrando la situación de Arthur Fleck, nombre verdadero del Joker, y a lo que se va enfrentado. Todo va subiendo de tono hasta que resulta insoportable, ya para entonces, él y Ciudad Gótica están sumidos en el caos total. No sólo Joker parece haber perdido la razón, sino todo el mundo. Aquí cabe que nos preguntemos ¿son la violencia y la locura un problema individual? ¿Son innatas o tiene una génesis social? ¿Qué se ha argumentado al respecto? En el caso de esta película no quedan dudas, el director y el guionista se han inclinado por el lado del origen social y cultural de la violencia y la locura.  Y el autor del artículo citado remata con estos párrafos contundentes: “Para amar hay que aprender a amar y sólo se aprende a hacerlo cuando se es amado. El afecto es una necesidad fundamental. Es la necesidad que nos hace humanos. De ahí que una persona que no haya sido así humanizada durante los seis primeros años de su vida padezca un proceso de deshumanización que les lleva hacia comportamientos destructivos, aprendidos en un intento desordenado y equivocado de adaptarse a un mundo también desordenado y provocador de tensiones. De estos desórdenes surgen toda la agresividad y los enfrentamientos violentos, tanto a escala individual como colectiva.” Exactamente todo lo que nuestro personaje ha padecido, de lo que ha  carecido.
Arthur Fleck ha nacido y crecido rodeado de mentiras apabullantes e infames. Todo esto no justifica la conducta criminal de nuestro personaje, pero sí puede explicarla y quizá todos la hemos podido confirmar a nuestro alrededor, la gente que no es amada es conflictiva en mayor o menor grado. Y en la medida que explicamos, podemos comprender para prevenir. Fleck nace en Ciudad Gótica en medio de una inmensa soledad,  se trata de un huérfano que es  dado en adopción a una mujer que le hace creer que él es un hijo no reconocido del magnate Thomas Wayne,  en cuya casa la mujer trabajó. Arthur sufrió abusos sexuales por un amante de su madre adoptiva, y maltrato de ella misma. La mujer padecía alucinaciones y estuvo internada en instituciones psiquiátricas.
Fleck crece en medio de una inmensa  soledad y búsqueda de amor, ya de adulto es un hombre  maltratado por sus compañeros de trabajo, abandonado por las instituciones de salud pública, despreciado por quien supuestamente era su padre, buleado por niños y pasajeros del metro de Ciudad Gótica,  es botín y objeto de burla por parte del conductor de tv,  todas estas cargas se convierten en las grandes heridas de nuestro personaje, y ocupan un lugar preponderante en la génesis de la locura criminal Fleck, quien termina renegando de un nombre que nunca fue suyo, para construirse un verdadero yo, un nombre propio y representativo:  el Joker. Ah, pero para la mayoría de las personas el loco es el culpable de todo, no es el sistema social, sino su desajuste personal, individual. Ya Michel Foucault ha hablado de esto es su Historia de la locura, donde podemos leer cómo ha sido considerada ésta desde tiempos muy antiguos y cómo ha sido su desarrollo histórico a través del tiempo. Encontramos que desde el principio casi siempre se reduce a la exclusión, el encierro, el abandono, el desprecio, la muerte del psicótico. Es cierto, en la película se señala que Fleck nació con una afección neurológica, que sumada a sus circunstancias genera un criminal muy peligroso, un hombre que ríe obsesiva e involuntariamente debido a una epilepsia gelástica. “Todos somos culpables- dice Joaquin Phoenix en una entrevista-. Todos hemos pecado. Entonces, pensé, aquí está esta película y estos personajes, que no serán fáciles para la audiencia. A veces te sentirás conectado con él y lo apoyarás, pero a veces, te causará repulsión. Me gusta la idea de desafiar a los otros y a mí mismo de esa forma. Es raro explorar papeles así para cualquier película, más aún en el género de superhéroes”.
Una infinita tristeza y melancolía campea de principio a fin en toda la película, esa tristeza que alcanza a tocar al espectador a nivel consciente o inconsciente, o que recuerda las veces que hemos enfrentado  un problema grave donde uno  siente que roza la locura. Esa tristeza que nace en un hombre que por determinadas circunstancias no fue amado, ni querido, ni acariciado, y que, como una flor sin amor ni atención, se fue secando y endureciendo, hasta el punto del no retorno. El Joker lo señala amargamente: nunca ha tenido un día feliz en su vida. ¿Qué es lo que define que no rebasemos la línea roja, y porqué algunos no pueden detenerse, cruzan la línea y ya no vuelven a estar en su  juicio?
El payaso que hace reír se convierte en la máxima expresión de la tristeza y el dolor, todo el teatro griego de la comedia y la tragedia, encarnan en un solo hombre del siglo XXI, en esa risa enfermiza, en esa sonrisa dibujada con sangre … Jokeres una obra maestra de la cinematografía mundial. 

Alfonso Franco Tiscareño 
Para Vitral , en el suplemento Barroco. Diario de Querétaro 
18 de marzo del 2020
https://www.diariodequeretaro.com.mx/cultura/joker-ii-5007148.html

miércoles, 18 de marzo de 2020

Joker I

Joker  I
Un actor que ha ganado el Oscar, dos Globo de Oro, un Grammy, un SAG, dos Critics Choice Awards, la Copa Volpi en el Festival Internacional de Cine de Venecia y el premio a Mejor Actor en el Festival de Cannes, debe tener algo especial que hace tan relevante su trabajo, ese es Joaquin Phoenix, el estadounidense nacido en Puerto Rico en 1974. En su carrera actoral ha trabajado con importantes directores como Ron Howard, Gus Van Sant, Oliver Stone, Ridley Scott, Woody Allen y Todd Phillips, entre otros, y ha  interpretado los más diversos papeles que van desde jóvenes en búsqueda (Parenthood),  emperadores (Gladiator), un joven camarógrafo (Hotel Rwanda), un profesor de filosofía (Irrational man) , un fanático religioso (The master), el músico Johnny Cash (Walk the line), y en la que para muchos es su mejor película Her, en donde interpreta a un hombre seducido por una mujer creada por medio de la inteligencia artificial. De ahí, hasta llegar al papel que le ha dado su primer Oscar al mejor actor por su representación de un cómico fracasado en la película Joker, de Todd Phillips. Joaquin Phoenix llega a uno de los máximos galardones que se otorgan en la industria fílmica mundial sin haber tenido formación académica para ser actor. Él se hizo sobre la marcha trabajando en los medios, participando en  comerciales y en diversos programas de televisión, hasta que recibió su primera oportunidad importante en la película Space camp en 1986, a los 12 años de edad. El actor ha pasado su vida, desde niño, en los escenarios.
El papel de Joker representaba un reto muy especial y difícil, si no pregúntenle a Jared Leto quien fue severamente criticado en las redes sociales y por especialistas en el tema por su interpretación del Guazón (como se le llama en México al Joker). A cualquier actor le quedaba un peso muy grande sobre todo después de la actuación de Heath Ledger, pero, ¿cómo se preparó Phoenix para semejante reto? ¿Qué exige la carrera actoral? ¿Qué define a un gran actor? Lo primero es que para encarnar al personaje hay que sentirlo desde adentro, en los huesos, en el alma y en la piel. Literal, Phoenix bajo 23 kilos para representar al Joker. Después, una preparación intensa en ensayos coreográficos para  ejecutar en el baño, luego de su primer crimen, esos pasos de baile impresionantes. Y no se diga la danza en la ya célebre escena en la escalera. Para ello estudió y se influenció del bailarín Ray Bolger, agregándole un toque de altivez. Phoenix pasó ocho meses diseñando su personaje, facción por facción, músculo por músculo, posición por posición. La risa de Joker la ensayó hasta el hartazgo, hasta enfermarse.
Gracias a ese profesional e intenso trabajo no sólo de Phoenix, sino de toda la producción, la película ha sido multipremiada en todo el mundo. Algunos de estos reconocimientos bien merecidos son el Oscar, el BAFTA, el León de Oro  y el Globo de Oro al mejor actor; Oscar, BAFTA y Globo de Oro a la mejor banda sonora y  mejor película en el Festival de Venecia.
Un personaje tan complejo como el Joker requiere mucho estudio y entrega en su diseño y construcción. Hay que ponerse a pensar un buen rato en todo lo que implica  vivir, como lo hizo Phoenix, más de 8 meses, de día y de noche, pensando en ello, creando una mentalidad, sintiéndola en el cuerpo, pero sobre todo, abriendo un lugar en la mente para concebir y representar la personalidad de un personaje así. Con todo lo que implica tocar esas zonas tan oscuras, los abismos más siniestros de la mente humana. Lo que implica someterse a una durísima dieta, tener hambre todo el día, padecer ansiedad, y  todo ello reflejarlo en la actuación frente a una cámara que captará hasta el más mínimo parpadeo del actor. Se dice que Phoenix casi no cruzó  palabras con Robert de Niro -que interpreta a Murray Franklin, el presentador televisivo-,  para que la situación fuera más tensa.
La locura no es asunto mágico por el que de pronto alguien pierde el juicio y comienza a actuar de manera extraña. Todo tiene un origen, una razón, y en el caso de las enfermedades mentales muchas veces podemos encontrar su génesis en lo social, es decir, no es un asunto sólo personal, individualizado. Este es el caso del Joker, en donde el director Todd Phillips ha  querido manifestarse claramente en la línea del origen social del padecimiento psicótico que desemboca en los crímenes de un asesino serial. 
El cine tiene que ver con tus valores, con tus parámetros de vida. Una acción efectiva del cine sería que lograra romper nuestras zonas de confort, nuestras creencias arraigadas, y que a partir de las situaciones vistas en la pantalla lográramos abrir más nuestros pensamientos, enriquecer nuestros conceptos, ser capaces de cuestionarnos y cambiar nuestros prejuicios, en este caso, respecto a la locura. Dejar de ver al enfermo mental como un paria,  darle la atención debida con mecanismos que empiecen por las políticas públicas de los gobiernos en turno, es decir, con una política de Estado. 
Las enfermedades más graves comienzan con los desajustes más pequeños, con los que nadie atiende, con los que pasan desapercibidos, y que cuando manifiestan algún síntoma no se encuentra ni se sabe a quién o a dónde recurrir. Las consultas a un psiquiatra cuestan caras, y los hospitales públicos no se dan abasto. Los psicólogos tampoco son muy accesibles para el grueso de la población, y en los hospitales públicos  con atención psicológica tampoco hay suficientes consultorios que atiendan estos problemas. Entonces, la gente queda, si bien le va, a la buena de Dios, del amigo, de la comadre, del cura, del libro de autoayuda, del brujo.
Una obra como Joker debiera hacernos reflexionar acerca de todo esto. Y, aunque es muy difícil que una película cambie las relaciones sociales existentes, ojalá moviera a las instituciones implicadas en esta problemática, a los gobiernos y a los ciudadanos, a tomar en serio, de una vez por todas, los problemas mentales de la población como un problema de salud pública que requiere soluciones concretas y no olvido y desprecio. 




Alfonso Franco Tiscareño 
Para Vitral, en el suplemento Barroco. Diario de Querétaro 
4 de marzo del 2020



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