Entonces no fue casual, ¿qué es
esa mano que parece tejer la vida humana? En donde, si te fijas, nada parece
casual sino causal. A los 19 años estaba viviendo una de las más grandes crisis de mi
vida, puede parecer exagerado, pero así me parecía y por tanto era
tremendamente real y objetiva. Estaba pasando mi propio Sturm und drang. Ya saben, mal de amores, engaños, infidelidades, mi
primera experiencia de amor fuerte, los primeros asomos de la violencia de
pareja, los celos, el desamor, la
manifestación de las constelaciones con las que cada quien ha sido criado. Y en
medio de esa tormenta, de ese huracán brutal, aparece lo que he denominado como mis tres G’s:
Goethe, Gibrán y Giovanni Papini.
Lo que me asombra es cómo viene a
ser precisamente uno de ellos Goethe, un hombre que también en su juventud fue
tremendamente pasional, cómo es que Las
cuitas del joven Werther, vienen a ser para mí un contraveneno para mis
males, justamente con una historia de amor desgarradora que lleva hasta el suicidio. Un poco del mismo
veneno es lo que viene a ser mi salvación.
Luego reforzado, ya como dosis salutífera, con la fuerza del pensamiento
manifestada en el Fausto. ¿Cómo es
que viene a mí la salvación precisamente de la mano de estos libros, y justamente cuando más lo estaba necesitando?
La manera en cómo se tejen los acontecimientos es maravillosa en su callada
circunstancia.
Mi mamá y yo íbamos cada semana a
comprar el mandado, una veces aquí, otras veces allá. Un tiempo estuvimos yendo
a un super llamado De Todo, que existía allá por 1973-74. A veces, ya estando
tan cerca, nos íbamos al Liverpool de Félix Cuevas a mirar los aparadores, cómo
se decía entonces. Y claro, mi amor por la lectura siempre me llevaba al
departamento de libros. Una sección pequeña, pero con buenos textos. Ahí
adquirí varios libros empastados, que mi mamá me compraba con un poco de
esfuerzo y mucho cariño. Entre los
textos que compré por aquellas fechas estaba precisamente uno de Goethe, una
especie de antología, compilada en un bello libro, forrado en rojo y con letras
doradas. Ese fue mi primer encuentro con Goethe, ¿porqué lo elegí?, no lo
recuerdo, quizá por ser un libro hermoso, quizá tenía por ahí tenía alguna vaga
referencia respecto al autor.
Este texto me llevó a leer
después los libros completos. Para empezar Las
cuitas… y el Fausto. Y mira que vinieron a ser claves en mi vida. Goethe, el
apasionado, el que corrió el riesgo de volverse loco de tanta dosis de
romanticismo, vino a proporcionarme el contraveneno para solucionar mi propio
caso. El joven Werther me enseñó que el amor puede ser dulce y amargo, y que mucho
depende de cómo lo quiera ver uno, de cómo lo quiera vivir, cuando menos esa
fue mi interpretación. Me hizo pensar si acaso valía la pena morir por un
supuesto amor, si valía la pena sacrificarse por una ilusión que puede ser
totalmente eso: una ilusión, una fantasía, una mentira, un sueño, y decidí que
no, que no seguiría un camino así, que lo vivido sería simplemente una página
más del libro de mi vida, una página para aprender lecciones.
Y con su Fausto, Goethe me vino a proporcionar frases poderosísimas para
integrarlas a mi vida, como aquella de: Oh,
momento detente, eres tan bello. Estas líneas vinieron a trastocar y a
reforzar, a la vez, puntos de vista míos. ¿Nací con ellos? ¿los adquirí? ¿las
dos cosas? De ahí en adelante afiné mi vista, mi percepción, mi manera de ver
todo. Me aportó calma, atención, me di cuenta además de la grandeza que cada
momento tiene, de la sublimidad de lo sencillo. De que lo verdaderamente grande
radica en lo más simple, porque lo que Fausto alabó, y sorprendió, sacudió, fue
la belleza de unos campesinos trabajando, así de cotidiano y maravilloso. El
trabajo como fuente suprema de placer y desarrollo humano, de unión intrínseca
con la vida…y mis males de amor quedaron atrás. Pude haberme torcido y pasar a maldecir
a las mujeres, odiarlas, precipitarme a la venganza vil, pero las enseñanzas de
mis maestros me llevaron por otros caminos, benditos sean. Fueron mis guías y
mis tutores, me aconsejaron con paciencia desde las enormes posibilidades de
las hojas impresas de un libro, al poder reencontrarlos, releerlos,
subrayarlos, detenerme a reflexionarlos, meditarlos, alimentarme.
Esta es una de las pequeñas y
enormes historias que he vivido tomado del brazo de Johann Wolfgang von Goethe.
4 octubre 2014