miércoles, 26 de agosto de 2015

Al sol

Gracias, señor sol, por tu inagotable calor. Al sentirte, el buen humor asoma a mis labios, y siento la ternura penetrar por mi piel hasta mis huesos. Cuando me expongo a ti, pienso más claro, vislumbro el origen, comprendo cosas que no puedo explicar.

Sentado en una silla, te encaro y al contemplarte imagino los estallidos que encienden tu ser. Eres una estrella que deja su huella en cada ser humano. Luz en nuestros ojos, agua córnea, retina natural. Luz en el corazón, en algún lado inencontrable, espacio para el alma y el espíritu. Eres soplo, energía, armonía y explosión.

Las distancias definen. Por eso las flores se te entregan extasiadas amantes. Tú las premias con sus colores y su matiz a cada una. Ellas levantan sus pétalos-brazos, sus sépalos-piernas, su cáliz-troncáceo, para captarte, sentirte y meditarte. Encarnan tu belleza y tu poder, espejos de tu vida, extensiones de ti, como yo mismo.

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