miércoles, 8 de febrero de 2023

 

Días de guardar. Carlos Monsiváis  II

Si nos detuviéramos en cada una de las citas y referencias anotadas en Días de guardar, tendríamos para rato averiguando nombres, fechas, circunstancias culturales, políticas y contextuales. Podríamos armar un fichero enorme que documentara sólidamente nuestros propios puntos de vista. Nuestra cultura y conocimiento de la realidad aumentarían potencialmente. Una inteligencia ágil, lúcida y hábil, como la de Monsiváis, era capaz de recordar y relacionar lo leído y visto, con el acontecer cotidiano de la vida social y cultural de un país tan complejo como México. 

 

Si la crítica y la burla deben aplicarse absolutamente a todo, Monsiváis mismo tuvo que aguantar vara y ser “víctima” del humorismo mordaz a que fue sometido por la pareja de cómicos llamada Los  Polivoces. Y aguantó vara. No se sabe que la imitación de esta pareja le hubiera molestado. Además, también aguantó las ironías y ataques de Octavio Paz en aquella célebre polémica pública que sostuvieron en las páginas de la revista Proceso. Paz  quiso rebajar, someter y reducir al cronista  al referirse a él no como un hombre de ideas, sino tan sólo de ocurrencias. Escribe Octavio Paz: “Aclaraciones y reiteraciones” En el número 59 de Proceso aparece un artículo de Carlos Monsiváis en el que, para emplear sus palabras, “consigna sus desacuerdos” con mis opiniones. Me alegra que al fin abandone la murmuración y se decida por la discusión abierta. Procuraré responderle con brevedad. No será fácil: si mi pecado es “la manía generalizadora”, el suyo es el discurso deshilvanado, hecho de afirmaciones y negaciones sueltas. Monsiváis no es un hombre de ideas sino de ocurrencias. La acumulación de detalles no es un defecto cuando se escribe una crónica; sí lo es en la crítica intelectual y política. La ligereza se convierte en enredijo y aparecen las tres funestas fu: confuso, profuso y difuso.”

 

Sí, hay ocurrencias en Carlos Monsiváis, pero muchas veces son ocurrencias geniales presentadas con gran manejo del lenguaje, basadas en conocimiento sólido, que aportan visiones distintas para acercarse a la realidad y a los hechos relatados o criticados en sus ensayos o crónicas. Esa polémica entre dos ejes de la cultura mexicana contemporánea dejó ver que de ambos lados había ideas, conceptos, convicciones. Este tipo de debates enriquecen a todos, y proporcionan salud a la República, fortalecen las libertades y la democracia a pesar del tono agresivo, incluso ofensivo, que a veces muestran.

 

Todo debe ser cuestionado, incluido Octavio Paz, porqué no. Someter  a crítica la realidad enriquece a todos, y a pesar de las respuestas vitriólicas de Paz, y un tanto menos de Monsiváis, el poeta  asestó buenos y lúcidos  argumentos al tema de la discusión. La crítica, e incluso la burla, hacen bien, y pueden evitar el anquilosamiento de una sociedad. El único límite para ejercer el sarcasmo debe ser lo que la ley marca, y evitar lo que incite a la violencia, a la discriminación y a la humillación de las personas o grupos, aunque a veces esos límites son muy difíciles de definir, pero nada que una buena discusión en democracia no pueda afinar y establecer con cierta precisión.

 

Como señala el psicólogo Jordan Petersen, quien ha abordado este tema del humor ácido: «Tiene que haber una espontaneidad y un atrevimiento», dice Jordan Peterson, «así que (los humoristas) siempre están poniendo a prueba los límites de lo que es aceptable en el discurso, y casi siempre lo hacen de una manera que apunta a verdades incómodas de una u otra forma. Cosas que la gente no quiere admitir. Cosas que mantenemos ocultas en la oscuridad. Las debilidades de nuestros líderes. Cualquier cosa que esté ahí pero que haga que la gente se sienta demasiado incómoda para hablar de ella, eso es exactamente lo que un cómico enfoca».

 

«Eso es parte de lo preocupante del estado del discurso en el Occidente libre», dice Peterson en otra conversación. «Los cómicos no van a los campus universitarios. No consiguen ser graciosos. Y si no puedes ser gracioso, entonces no eres libre. El bufón de la corte del rey es el único que puede decir la verdad. Y si el rey es tan tirano que mata a su bufón, entonces sabes que el rey malo está al mando. Y cuando no podemos tolerar a nuestros comediantes, es como si, bueno, ahí tienes. Son los canarios en la mina de carbón en lo que a mí respecta».

 

Y, aunque es verdad que Monsiváis era un hombre de grandes, lúcidas, humorísticas, sarcásticas y originales ocurrencias, era mucho más que eso. Sus chispazos estaban solventados por una gran documentación: datos, nombres, lugares, situaciones, que enriquecen a quien las lee. Monsiváis no era sólo un hombre de ocurrencias, calificarlo así refleja también en Octavio Paz una vena de autoritarismo, soberbia y un tanto de ira enardecida contra quien lo estaba cuestionando en su templo donde él representaba el poder absoluto. De alguna manera un cacique de la cultura, aunque Monsiváis también lo fue.

 

Y si bien los debates entre intelectuales tienen esa característica de fuerza, vigor, ironía, crítica y ataque, porqué no pensar que pudiera existir un debate que no implique el lucimiento del ego, la megalomanía, la envidia y el ataque ofensivo. Porqué no pensar que puede estar compuesto de respuestas sólidamente argumentadas ante los planteamientos y cuestionamientos del otro debatiente. Porqué no pensar que en lugar de dos gallos giros en el palenque, se trata de dos seres que a partir de razonamientos críticos no personalizados, se enriquecen uno a otro, así como a los lectores o espectadores del debate.

 

Lo importante es que, como todo buen ensayista, Monsiváis hace pensar, reflexionar, propone otros puntos de vista, distintas formas de enfocar los temas, y esa es la narrativa que aporta conocimiento. Aunque a veces, su estilo corre el riesgo de ser repetitivo.

 

En Días de guardar hay dos  preocupaciones permanentes, una es la cuestión de la masa, la masificación, la manipulación de la gente, el gregarismo, la ignorancia; y otra la cuestión del  desclasamiento, la falta de conciencia de a qué lugar social se pertenece, no como castigo ni como casta, pero sí como conciencia de qué intereses representa dicha clase.

 

 

 

 

 

Alfonso Franco Tiscareño 

Para Vitral, en el suplemento Barroco. Diario de Querétaro 

9 de noviembre del 2022


https://www.diariodequeretaro.com.mx/cultura/dias-de-guardar.-carlos-monsivais-ii-9194143.html


 

 

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