jueves, 28 de diciembre de 2017

Roberto Bolaño, el ladrón de libros III/III

III / III

Es definitivo, estas reflexiones no deben llevar por ningún motivo a la chabacanería de pretender que entonces es legítimo robar libros si después se trae el título profesional que avale el ilícito, pero sin duda sí se pueden extraer preguntas e ideas sobre qué hacer ante los ladrones de libros, los farderos.
¿Cómo podría aprobar la acción de robar libros cuando he sido víctima de este acto? He invitado gente a casa y después he descubierto con tristeza y coraje que alguno de mis libros más amados había desaparecido. ¿Cómo podría aprobar este robo cuando detesto ese dicho de "es más tonto el que presta un libro que el que lo devuelve"? También está el argumento  cínico y corruptor de "otros roban legalmente, los capitalistas roban, el librero te roba en el precio, si yo robo, soy menos delincuente". Existe hasta un "Breve manual para robar libros y no sentir remordimiento”, que incluye nociones "éticas" para desarrollar con fineza esta actividad.
Seguro que hay muchos robertos bolaño circulando por ahí; seguro que hay estudiantes que cumplirían la promesa de entregar el título si fueran apoyados fuertemente para que pudieran estudiar al más alto nivel; segurísimo que habría miles de lectores más si los precios de los libros fueran más accesibles. El impacto sobre la vida social sería notable. Así que tenemos dos vías: exhibir a los farderos en carteles a la entrada de las librerías, o apoyar a los que quieren leer y no pueden comprar muchos libros, menos los más costosos. Cierto que hay quienes roban por la pura maldad o por delirios enfermizos, pero estos son otro caso.
La primera opción habla de una sociedad enferma, que vigila y castiga sin piedad, fríamente; la segunda opción, opta por una política más integral, más civilizada, más humana, que no solapa el delito, pero busca también diseñar acciones solidarias para desalentarlo. Las cárceles están atascadas, hay muchos  presos inocentes, y además, en México, revuelven a los que cometen delitos menores con criminales que han cometido delitos espeluznantes. Un ladrón de libros merece una rehabilitación por otras vías, que vayan más allá del aplastamiento social y moral del fardero, sin que deba padecer esta nueva forma de suplicio.
Todo esto es más que una simple anécdota acerca de un cartelito parapoliciaco pegado en la entrada de una librería. Es una crítica que cuestiona al poder que se gesta desde las acciones cotidianas. No hay nada que no sea relevante y que no esté construyendo a cada instante la forma en que vivimos. Volviendo a Foucault, podemos hablar de una microfísica del poder. El poder que se gesta desde los rincones menos pensados, pero también los factores desde los que podemos actuar para construir espacios diferentes. Si somos capaces de reconstruir las relaciones sociales a partir de los espacios pequeños en que nos relacionamos, entonces, esto tendrá una repercusión en las relaciones macro sociales. Si somos capaces de cuestionar y reconstruir esos pequeños espacios, estaremos reanimando el tejido social en que nos movemos. Si reconsideramos todos estos factores puede gestarse un nuevo mundo construido desde todas partes, desde cada lugar que habitemos.
Ese cartel, con los retratos de los farderos, debe desaparecer. En la evolución histórica de los métodos de castigo, la pena corporal ha evolucionado hasta la penalidad del alma, ésta actúa "en profundidad sobre el corazón, el pensamiento, la voluntad...", señala Foucault.  Y ese es el papel social que juega ese cartel colocado donde está. Se trata, según nuestra hipótesis, de un abuso del poder sobre la persona, sobre el cuerpo, además de tratarse de casos que no han sido juzgados. Se les presenta como condenados y esto es también un acto ilegal.  Se busca la justicia por propia mano y se comete una ilegalidad.
La administración de la librería dirá: "hay que exhibirlos, ese es su castigo", pero todo castigo y modelos punitivos, vienen de la ideología y producen ideología. Ese cuerpo fardérico, expuesto en una fotografía produce y reproduce al poder más allá de la consigna moral acerca del bien y del mal.
Bajo ningún principio es justificable el robo, pero igualmente, bajo ningún principio es justificable la explotación y la ignorancia ni el precio inalcanzable de los libros. El ignorante no tiene saber, y si no tiene saber no tiene poder.  Sí, se castiga al fardero, pero se castiga también el derecho al saber, el acceso a los libros. Y se castiga también al que entra honestamente a buscar o comprar un libro a la librería.
Los libros que me interesan cuestan entre 7 y 12 días de salario mínimo. Y, o como o compro libros; o sostengo mis necesidades básicas o leo. ¿y acaso leer no es una necesidad básica? Métete a una librería, y si vas seguido te darás cuenta de que en los pasillos, entre los estantes, no hay obreros ni campesinos, no hay pobres. Es una manifestación del poder encarnado hirviendo en vivo en la realidad. ¿Quién lee? ¿quién puede leer? ¿para qué libros le alcanza?
Al aplastar a un fardero, se aplasta también al que quiere leer; al exhibir a un ladrón de libros, se exhibe también al jodido que cree que tiene derecho a la lectura de ediciones caras y de calidad. Éstas están destinadas a una élite que nunca será retratada para su exhibición a la entrada de una librería. De muchos de ellos habría que averiguar cómo adquirieron su capital, pero de eso mejor ni hablar. Generalmente, la riqueza viene de la explotación del trabajo de los demás, de la apropiación de la plusvalía. Pero el diseño de la sociedad capitalista hace parecer a estos "apropiadores" como grandes emprendedores. No saldrán retratados como ladrones. El fardero, en cambio, tendrá que poner la cara que pueda al momento de ser retratado para la fotografía de la ignominia, puede estar cabizbajo o fingir desprecio, pero su foto será colgada para su vergüenza y castigo. Y detrás de su cuerpo está el miedo producido por los efectos del panoptismo, de hecho estará en todos los que entren a la librería: "no te atrevas".
Cierto, en el fardero algo camina mal, su baja moral, sus miles de excusas para justificar lo inexcusable. Y en esa relación perversa se gesta también el poder establecido, que nace desde abajo, que se produce y se nutre a diario como una cabeza de hidra inacabable. ¿Hay soluciones? Sí. Una distribución más justa y equitativa de la riqueza; combatir la explotación sin medida de los trabajadores, pero esto va para largo. Una muy buena medida, sería montar un programa de creación de bibliotecas, pero eso cuesta mucho dinero. De dónde va salir. Toda biblioteca es valiosa por los muchos o pocos libros que posea, pero no toda biblioteca es poderosa ni todas las que hay están actualizadas. Conocemos bibliotecas de facultades y de universidades, verdaderamente enclenques. Cuando menos por ahora, las bibliotecas no son la solución. Además, entre los que trabajan, ¿quién tiene tiempo de ir a la biblioteca? Cada vez más, entre el trabajo y el transporte, transcurren las horas de los trabajadores, y el tiempo sobrante apenas es para reponerse. Y así, la maquinaria del sistema sigue avanzando y aplastando.
https://www.diariodequeretaro.com.mx/local/barroco/roberto-bolano-el-ladron-de-libros-450641.html  

Roberto Bolaño, el ladrón de libros I / III

I / III
¿Qué es una librería? Para mí es un lugar de paseo, de salud mental, de alegría.  Lo digo en serio, tiro por viaje me voy a mis librerías favoritas lleno de entusiasmo a buscar algo en específico, o para vivir esa emoción de ver qué encuentro, qué me coloca enfrente el azar, la coincidencia, el destino. Es uno de los placeres más reconfortantes, de los más sublimes. Pasear en medio de esos bosques de conocimiento y sabiduría, caminar entre los estantes llenos de árboles y jardines perfumados de ideas, de filosofía, de historias, de poesía, de relatos, de cuentos, de verdades, es una de las mejores experiencias.
Por eso mismo, que triste y lamentable se me hace una vivencia que acabo de tener en una de mis librerías amadas, cuyo nombre me reservaré. Tengo décadas de asistir a esta casa, pero ahora, quizá producto del tiempo y las circunstancias en que estamos viviendo, y seguramente debido a estar padeciendo mucho robo de libros, el negocio ha establecido una política de vigilancia que es comprensible, eficaz, dura, pero que está rayando en lo siniestro. Un montón de cámaras te observan, puedes ver sus ojos mecánicos como de peces muertos. Sabes que hay alguien detrás, del otro lado, cuidando, acechando tus movimientos. Tienen también muchos vigilantes a nivel de piso, todos intercomunicándose, cual si estuvieran en un operativo estratégico, clave tras clave, números secretos, y entre su jerigonza de pronto distingues alguna palabra humana, alguna pista reconocible, una de suéter rojo, una muchacha que camina ¿un 38? ¿54, 54? Y por si fuera poco, en la mera entrada de la sucursal a la que más asisto, colocaron un cartel, protegido por una lámina plástica, con los retratos de los farderos, ladrones de libros, a los que han atrapado in fraganti. Posan ahí, en una triste foto, algunos compungidos, otros cínicos, sosteniendo los libros que pretendían robarse. Un letrero señala, otra vez, brutalmente: "Farderos. Los siguientes individuos han sido sorprendidos robando en la librería". Y ahí están las caras y los cuerpos sombríos, delincuenciales, tristes, apagados unos, altivos otros, retadores, de todo hay.
"...inducir en el detenido un estado consciente y permanente de visibilidad
que garantiza el funcionamiento automático del poder"  
Michael Foucault.
 Pero, me pregunto, ¿esa es la forma de recibir a un cliente de hace casi 40 años, que ilusionado, exaltado, viene a buscar, a comprar un libro? ¿o es que para la gerencia todo el que entra es un posible ratero, un presunto culpable? ¿por unos pagan todos? Quizá a otros "clientes" no les interese este detalle, pero a mí me molesta enormemente. Creo que bastaría con un letrero a la entrada, o en diferentes lugares clave del establecimiento, con un texto fino, respetuoso, a la altura de lo que es una librería, que corresponda a su esencia. Quizá podría decir más o menos, como en otros lugares he visto: "Este lugar está vigilado con los mecanismos más modernos, para su seguridad". Pueden decir que es un eufemismo, pero en todo caso es uno que no ofende, que no atraviesa la dignidad del buscador. Creo que un texto así sería suficientemente disuasivo y convincente. También podría haber imágenes con una figura que parece esconderse un libro acompañado de la clásica señal de  no; que sumado a la presencia de los vigilantes y las cámaras de seguridad, sería suficiente.
¿Es necesario colocar ese horrible cartel con las fotografías de los farderos justo a la entrada? Creo que este acto de la administración o de la gerencia se inscribe también en otra política, y ésta obedece a la etapa delincuencial y criminal por la que México atraviesa. El terror magnifica, el miedo vence, el poder agandalla, se sublima, abusa.
Ese cartel con las fotos de los farderos funciona como una especie  de panóptico, como una variante que dice: "te estoy vigilando, te estoy mirando, no te atrevas", pero no sólo eso, sino que es el ejercicio del poder en pleno. Ojo, no justifico  para nada y por ningún motivo el robo de libros, de entrada dejo clara mi posición. Lo que cuestiono es si la política de la empresa es la correcta para una librería, y si, además, se trata de un ejercicio abusivo y significativo del poder, un desborde, un excedente para que aparte de todo sepas quién manda y quién puede hacerte pedazos, miserable ratero. No eres nada, eres una pulga, no mereces compasión ni respeto.
Me pregunto también si la administración de la librería no está transgrediendo la ley al exhibir a alguien que no ha sido juzgado ni condenado por un tribunal  ni declarado culpable. ¿Que no debe pasar primero el caso a manos de las autoridades? Quizá los administradores digan: "lo agarramos in fraganti, con las manos en la masa y debe ser exhibido", pero, ¿es violando la ley, como se cumple la ley?
Como lo señala Jeremy Bentham en su obra El panóptico, de 1780: "...la industria vigorizada...todo gracias a una simple idea arquitectónica" , en este caso gracias a un simple cartel a la entrada mostrando a los farderos capturados. Una especie de conciencia flotante que te avisa: "te podemos atrapar ladrón de libros, y te exhibiremos, será tu castigo, así que ni lo intentes". Una dosis de moral radical para todos los que entren alegremente. Siguiendo a Bentham, ¿así se fortalece la industria librera?
Del concepto de panóptico de Bentham ha devenido el de panoptismo, que como señala Gilles Deleuze, citando a Foucault: "La fórmula abstracta del panoptismo no es 'ver sin ser visto', sino 'imponer una conducta cualquiera a una multiplicidad humana cualquiera'" . Y eso es lo que pretende ese cartel: es un "invitación" vulgar, agresiva, ofensiva, grosera, para todo el que entre, y pretende imponerle una conducta por la vía más abusiva. Es panoptismo porque exponen las fotografías, las colocan a la entrada, en donde todo el que entre no sólo las vea, sino que sea "visto" también por esas fotos. Así ejerce su efecto panóptico: el que puede ver a todos en todo momento. Todos ven a los farderos, pero ellos no saben quién los ha visto.
Aunque algunos autores, como Byung-Chul Han (La sociedad de la transparencia), piensan que el modelo foucaultiano del panóptico está superado, creemos que no es así. Los modelos no desaparecen abruptamente, subsisten, aún cuando pudieran estar en proceso de extinción, mezclándose, traslapándose con los nuevos procesos, como en este caso. (Continuará)

Ya dame una buena Navidad


Ya dame una buena Navidad, me la merezco. Cierto, uno no debe depender de nadie, pero igual de cierto es que vivimos interrelacionados, influyéndonos, compartiendo la vida. Ya dame una buena Navidad. Ya estoy hasta el gorro, cada que se acercan estas fechas para mí es un suplicio más que una alegría. Todo es una mascarada de buenos deseos, pero todo es falso. Tu risa es falsa, tus palabras también, tus regalos. Cambiaría todo por un poco de paz y tranquilidad.
Pero es una ilusión  falsa, porque sé que ese día llegarás al caer la tarde, diciendo  “carajo, hasta el 24 tengo que trabajar”, y ya vendrás a medios chiles porque fue el brindis en la oficina, salieron temprano y de ahí te fuiste a la cantina a tomar una copas con tus amigos. Qué bien, pero qué mal. Ya me sé el numerito. Vendrás bien alegre, amable, incluso hasta un poco cariñoso. Pondrás unos cd's en el aparato y cantarás. Quizá luego me acompañes al super a comprar algunos detalles que faltaron para la cena, o algún detalle o regalito.

Ya en el camino empezará el primer reclamo o la primera discusión. Se me olvidarán las llaves de la casa, y ahí empezará la agresividad. Eres una pendeja, siempre es lo mismo, pues que no tienes memoria o estás tarada. Cuántas veces me has dicho así. Es tu deporte favorito.  Sí, es verdad, soy muy distraída. Sí, es verdad, debo corregirme. Si, es verdad, eso nos trae muchos problemas, pero ¿sólo por eso merezco ese trato? No, discúlpame, aquí hay mas fondo. Yo siento que tú me tienes como un coraje,  un reproche, un resentimiento, y es por eso que siempre me estás tratando mal. Siempre estás diciendo e imaginando cómo hubiera sido tu vida si te hubieras casado con Jacqueline y no conmigo. Exacto, que cómo hubiera sido tu vida con Jacquie, que Jacquie esto que Jacquie lo otro.
Vives un mundo ficticio, no tienes las patas puestas en la realidad. ¿Qué aún no te has dado cuenta de que vives conmigo? ¿De que tiene hijos conmigo? Estás lleno de frustración, de amargura. Eres un fracasado, y yo por tonta, he venido a soportar y a pagar por tu enorme amargura.  ¿Que crees que yo no tuve novios, amores , aventuras?  ¿Qué ganaría yo con estártelos embarrando y hablándote de la felicidad que pude haber vivido con otros? Pero no soy así, estoy aquí y ahora, contigo, con mis hijos. Este es mi presente.
Y ha de ser por eso que en tus infinitas briagas siempre estás jode y jode con lo mismo. Por eso te digo:¿ por qué no te largas y nos dejas en paz? ¿ Por qué no te vas a vivir la vida que deseas y nos dejas de estar jodiendo?  Y si decides quedarte ¿por qué no nos aceptas como somos y nos dedicamos a construir la vida lo mejor que podamos? Pero no, siempre con esas falsedades y esas conductas infernales. Por eso no quiero que llegue la navidad, porque sé que todo será falso, una engañifa, una puesta en escena, una mala representación teatral. 
¿Dónde quedó el espíritu navideño? Las tiendas y almacenes ya están desde septiembre promoviendo la navidad, y los dueños frotándose las manos con las ganancias que obtendrán. Mucha música de música de fondo, mucho villancico, uno tras otro reproducidos hasta el hartazgo, hasta la saciedad, hasta el embrutecimiento, hasta la insensibilización. Esas letras navideñas ya no significan nada para nadie, ya a nadie le importan. Por cierto, recuerdo también cuando hace un par de años, ya en pleno día de la navidad, reunidos con el resto de tu familia, les propuse que cantáramos unos villancicos, y qué dijeron tú y tus hermanos, se burlaron de mí. Lo menos que me dijeron fue fresa, boba, mocha. De fondo sonaban narco corridos que tus parientes cantaban alegremente. Canciones ofensivas donde las mujeres son viles objetos y abunda la apología de la violencia.  Así que mi propuesta era una confrontación, un reto, otra dimensión. No era posible que  personas embriagadas que cantaban puras cosas violentas aceptaran cantar simples y reveladoras canciones de amor y paz como los villancicos.
¿Te acuerdas o no te acuerdas? Entonces, ¿qué clase de Navidad quieres tú? Una donde el mensaje del nacimiento de  Cristo no importa para nada. “No seas estúpida”,  me has dicho burlándote. Mientras, yo acá en secreto les cuento a mis tres hijos la version que tengo de la navidad. Ellos, que aún son chicos, me escuchan quizá sin entender bien a bien de qué les estoy hablando exactamente.  Y luego van y ven el ejemplo que tu familia les da y quedan todos confundidos.  ¿Ya pensaste en eso? ¿Ya lo reflexionaste aunque sea un poco?
Por todo ello es que no me da alegría que llegue la navidad. Al menos como fiesta familiar. Sé que todo será briaga, pleitos , habladas, presunción. Sé perfectamente como será la escena, y no adivino, cada año se repite en forma aburrida e infame. Se escucharán risotadas falsas producto del exceso de alcohol,  habrá discusiones y pleitos con y entre cuñadas, llanto, gritos a media calle, persecuciones. Si la cosa se pone muy caliente, hasta golpes.  Y para todo el año que entra unos no se hablaban con otros, se echarán habladas, y se meterán el pie si pueden. Y ya acercándose la navidad siguiente, como que se hablarán, volverán a planear la nueva cena, quizá hasta medie alguna sonrisa entre  ellos.
 Y yo me pregunto, ¿para qué todo esto?  Esta cadena de sucesos que me resultan despreciables. Palabra que yo preferiría ser feliz quedándome en un cuarto, sola, con mis hijos, con un pollo rostizado, una lata de frijoles y un refresco de cola, pero felices, tranquilos, cantando un villancico, destapando regalos, arrullando al Niño Dios, abrazándonos con sinceridad y celebrando el nacimiento del niño Jesús y todo lo que ello significa.
Y no es que me conforme, a ti te consta. Cuántas veces te he pedido que hablemos calmados, y cuántas veces me has mandado a volar, diciéndome que tú no tienes nada de qué hablar. Cuántas veces te he dicho: mira Pedro,  tú tiene un problema de alcoholismo,  porqué no te atiendes,  porqué no vas a un grupo de alcohólicos anónimos, si quieres vamos, te acompaño. Y qué me has gritoneado: “tú no eres nadie para decirme eso, tú no eres nadie. Yo no soy alcohólico, borracho el teporocho que se queda tirado en la calle. Yo trabajo, yo produzco, en  cambio tú, qué aportas,  nada.”
Así que nadie puede acusarme de no haberlo intentado, y todo porque te quiero, o te quise. Ya no sé. La gente cambia, y hasta el amor más grande puede terminarse. Sólo he sido un objeto para ti. Cuando fui bonita era para que me presumieras. Cuando me fui haciendo grande, porque para ti tener 30 años ya es estar vieja, pase al olvido, a las burlas, a los ataques. Así que de qué Navidad me hablas, déjame en paz. Hoy no iré a tu casa, Sí, ya sé a lo que me expongo. Quizá hasta me pegues. Y sé también que no me la acabaré con las críticas de tu familia, pero no me importa, estoy decidida a pagar cualquier precio por un poco de paz para mí y para mis hijos.
Sólo te digo una cosa, que como todo esto ya lo tenía pensado porque ya estoy harta de ti, he dejado a tres de mis primos una copia de esta carta que te dejo sobre el buró de nuestra recámara. Ni modo, no me agrada que se enteren de tantas intimidades, pero de cualquier forma lo saben, lo intuyen, lo sospechan, lo han escuchado. Y saben que si me pasa cualquier cosa, el responsable eres tú. De todas formas, te deseo lo mejor, y yo sí, de corazón, te deseo una Feliz Navidad.

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