Narciso I
El narcisista cree que todos le deben y como cree ser el centro del universo nadie puede interrumpirlo en sus sacrosantas actividades. Si alguien le pide un favor se molesta, está lleno de amargura. Uno se pregunta ¿qué le cuesta ayudar a alguien a lo más mínimo, por ejemplo, a pagar una estufa, ya que vas de paso?, ¿o pasarle la cubeta a alguien que necesita agua?, ¿o traer la escoba que se quedó allá afuera? Cualquier cosa, nimiedades, pero todo le molesta porque lo saca de su súper yo, de su zona de confort, o simplemente porque no se le da la gana ayudar a nadie. Le causa molestia que le pidan un favor, llegando incluso al enfado en diferentes grados. Cuando uno tiene una conducta de ese tipo habría que revisarla bien, observarse a uno mismo con atención, para determinar a qué grado de narcisismo obedece, y en esa medida poder enfrentar la situación y sanar. Claro, en todo esto hay que practicar una visión muy atenta y crítica para no engañarse, porque hay veces que uno anda verdaderamente ocupado, concentrado en algo, y es muy molesto que alguien te distraiga, te perturbe y se te vaya la idea. Hay que observar cada caso con atención ya que la acción narcisista se repite como una manera de ser ante cualquier petición de un favor que le molesta.
Me comenta un narcisista confeso: “Siempre he querido, según yo, vivir un paso adelante, siempre acelerado. Esto tiene que ver con el tema de la prisa, pero también con el narcisismo, porque implica una necesidad de reconocimiento para que digan “mira, ya llegó, es bien chingón”. El que es verdaderamente chingón no necesita ni mencionarlo, se nota solito, no necesita empujar a nadie, al contrario, aporta, pero Narciso necesita reconocimiento porque no lo tuvo de niño. Este reconocimiento es muy necesario en una cierta etapa de la formación del ego en la primera y segunda infancia, después, hay que cuestionar al ego, superarlo, teniéndolo bajo dominio total. Creer que vas un paso adelante también se da porque crees que eres muy fregón, pero puede que en realidad estés muy atrasado y ni cuenta te des. En realidad, el narcisista se pierde mucho del camino y deja de aprender un montón de cosas que son fundamentales porque su egolatría le impide aceptar que no sabe, que otros le pueden enseñar y no es capaz de reconocerlo con humildad, de aceptarlo, agradecerlo. Luego se tiene que tragar sus palabras, se carcome a él mismo. Cree que va un paso adelantado y no goza del momento, no tiene la conciencia plena del instante y se le escapan los momentos como arena entre las manos; los recuerdos lo abandonan, las vivencias no lo enriquecen y no se puede alimentar del manantial inmenso de la vida. No se da cuenta, y cuando se da cuenta se hace pato, no lo puede aceptar, y así pasan los años perdiendo y perdiendo oportunidades de aprendizaje, oportunidades de amistad, de amor, de paz, y, dependiendo el grado de la herida, de ese tamaño será el resultado y el fracaso.
Se necesita en verdad una extraordinaria fuerza y conciencia para superar esta condición. Sin duda, las herramientas son la humildad, el reconocimiento agradecido del otro, el perdón, la compasión y el amor más allá de meras palabritas, sino más bien como prácticas muy concretas, a las que hay que observar con mucha atención y volverse un verdadero acechador de sí mismo a cada instante, porque las conductas narcisista están solapadas y escondidas en cada situación, en cada momento, en cada palabra, en cada mirada y en cada acto. Y no es cuestión de darse cuenta una vez y ya la hice para siempre, es un trabajo permanente, crítico, amoroso, el que debe desarrollarse a cada instante consigo mismo, con mucha paciencia, con muchas ganas de sanar, de vivir a profundidad, de darse cuenta del poderío inmenso del amor. Tomar esta actitud es oxígeno puro para la vida, para el alma, para el ser, para el espíritu. Es oxígeno puro, respíralo muy profundamente, conéctate con la inteligencia que mueve todo e irás sintiendo su poder en diferentes formas y magnitudes. Agradece profundamente ese momento.
Y dentro de la necesaria reflexión acerca de su vida Narciso también me contó que le fueron cayendo los veintes poco a poco, uno a uno, y se la tomaba con calma porque quizá así debería ser el proceso. Por ejemplo, y dolorosamente, se dio cuenta que se sentía muy superior a su madre, pero no a su padre que era más gandalla, más autoritario, con más cultura general. Su padre agandallaba a su madre, típico de la sociedad patriarcal. Seguramente se sentía superior y le trasminó esa actitud a sus hijos. Junto a su padre Narciso se sentía intimidado, pero junto a su madre se sentía superior, cada quien se agarra a su puerquito, o cuando menos lo intenta. Su madre no había estudiado más que la primaria, sin embargo, se había rifado todo el tiempo por ellos trabajando siempre, en casa y afuera, es decir la clásica doble jornada. Pero Narciso no se daba cuenta de nada ni lo agradecía, no sentía empatía, ni siquiera recordaba hechos, ni un detalle que le aclarara porqué su mamá le dijo tantas veces: “Ah, me crees muy tontita, pero no tengo un pelo de tonta”. A Narciso no le importaba nada. Su mamá era inferior y punto, a tal grado que apenas le hablaba, lo desesperaba mucho porque consideraba que ella no entendía nada, que era lenta, que le faltaba callo en el mundo, y que él, siendo un chamaco, tenía más callo en la vida. Y es probable que en algunas cosas sí, pero en otras no.
La formación del ego es necesaria, fundamental, es con lo que se abre cancha en el mundo, necesitas un asentamiento sólido, saberte un yo existente, pero hay que tener mucho cuidado de no rebasar la delicada línea que separa el necesario ego y el principio del narcisismo y la soberbia, de cuando ya te sientes superior a todos, de cuando ya los pendejeas y te la pasas criticando y juzgando porque indiscutiblemente te sientes el mejor, el más buenote, el más guapo, el más inteligente, moralmente superior. Y ahí ya vas por mal camino, porque a cabrón, cabrón y medio.
Alfonso Franco Tiscareño
Para Vitral, en el suplemento Barroco. Diario de Querétaro
8 de noviembre del 2023
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