Narciso II
Me dice mi amigo, el narciso confeso: “Deberías intentar ser superior, sí, pero a ti mismo respecto a lo que fuiste ayer, pero no, tu parámetro de referencia son los otros, quieres sentirte encima de todos los demás, ser mejor que aquel al que ves inferior a ti, porque tú eres casi un súper hombre nietzscheano. Y así, entre botana y botana, vacilada y vacilada se la pasa uno tratando de humillar hasta a su propia madre, porque inconscientemente lo que busca uno es el aplauso materno y paterno, el cariño que no recibiste. Todo esto lo fui más o menos entendiendo tras un muy largo proceso de negación y huida, en donde hasta me encabritaba si alguien me cuestionaba o me llegaba a insinuar que porqué no tomaba una terapia para enfrentar mi ira, mis mentiras y manipuleos. Como que no quiere la cosa, y a regañadientes, fui viendo videos en YouTube respecto al tema del narcisismo, siempre pensando que hablaban de otros, no de mí. Pero ahora, estoy poniéndome el saco, aplicándome la de Paquita la del Barrio, rata de dos patas, te estoy hablando a ti. Los mensajes de los videos eran para mí, no para otros. Y así, poco a poquito, fui avanzando y reconociendo que tenía un problema. Casi casi como los alcohólicos, que hasta que no reconocen que tienen un problema pueden entonces comenzar a superarlo. Yo jamás sentí que tuviera dilemas por mi conducta y mi manera de ser, me sentía dueño del mundo donde sólo mis chicharrones tronaban.”
Luego me contó, otra vez, que no sabía exactamente por qué, pero sin darse cuenta se había roto la comunicación con su madre, ¿era un proceso normal o era anormal? ¿a todos les pasaba o nada más a él? Esa distancia iba creciendo y le dolía, pero no podía superarla. Qué triste y doloroso, y no tenía origen en la señora porque ella sí le hablaba y le preguntaba cosas, mientras él se limitaba a las respuestas más cortas, elementales y superficiales. Sí, no, quién sabe, ajá, voy, no sé. Se sentía y se sabía grosero y pelado, pero no podía romper esa barrera de comunicación que era como una enorme laguna, un tanto sucia, que los separaba. ¿Dónde se generó exactamente? Quién sabe, ya había borrado de su memoria todo origen, el caso es que ahora se sentía superior a su madre. El origen podía estar en la conducta de su padre, que se la pasaba botaneando a su mamá, bajita la tenaza, entre risa y risa. Quesque risa, era más bien humillación, la desvalorizaba, la trataba de inferior, se burlaban de ella que porque parecía apache, que porque era descendiente de indios, y entre broma y broma, ambos se acusaban de ser descendientes de indios, y el papá volteaba a ver a los hijos, y los niños, que no entendían exactamente qué pasaba, se reían de las bromas del papá y también le atizaban a la mamá supuestas bromas que por su estatura, por su nariz, por su origen, y esas bromas familiares fueron creciendo como una costra que se iba endureciendo, y en la que debajo de la supuesta risa, en realidad había una herida que no cuajaba, que no se secaba, que estaba permanentemente abierta.
Ubicar el origen de estas situaciones requiere de observar detenida y profundamente la realidad, y aceptar que puede haber dolor, tristeza, remordimiento, culpa, pero que sólo el proceso de observar, de ubicar las heridas, es lo único que ayuda a sanar, a borrar esas huellas nefastas. Solamente el camino de la conciencia, del perdón hacia sí mismo, del perdón a la supuestas o reales faltas de los demás, de pedir perdón a la vida o a Dios o a quien tú creas, es lo único que puede ir limpiando y sanando el alma, la mente, las emociones, sentimientos y el cuerpo. El problema es que si no te das cuenta, cuando creces te llevas esas conductas para aplicárselas ahora a tu nueva pareja, y el ciclo se repite de nuevo al infinito.
Mi amigo Narciso me confiesa que no ha sido nada fácil para él, y que tampoco se libró de pronto, o por un milagro, o con magia. Me cuenta que ha sido un proceso con recaídas, errores continuos, falta de conciencia, maldad a propósito, sin embargo, ahí está, aferrado, queriendo salir adelante. Quiere dar el siguiente paso a una terapia presencial. Me dice: “Con el paso del tiempo, con los años, las situaciones exactas y las palabras se me han ido borrando de la memoria, agréguenle a ello la condición de que quizá por una cuestión hasta de autodefensa, uno va ocultando y enterrando esos recuerdos en lo más profundo del inconsciente, y se va generando una mentira que uno mismo se cree, y así se va conformando una memoria falsa de los hechos, ya adoquinados, bonitos, bien plastificados, que permiten vivir tranquilamente. o supuestamente con más calma. Pero esos hechos están ahí, y se manifiestan de una u otra forma y el círculo se cierra, la serpiente se muerde la cola porque ya no te das ni cuenta de que el origen de ciertas conductas obedece a recuerdos negados, sin perdón, que se están pudriendo en tu interior porque los has enterrado, pero las huellas y las heridas no se pueden tapar con un dedo, están ahí. Y de eventos sutiles, alegres, sanos, pueden surgir eventos agresivos, enmascarados o abiertamente violentos. La cultura machista está encarnada a grados que ya ni nos damos cuenta, y camina de la mano con otros aspectos y emociones -o pecados, dirían otros-, como la soberbia, el orgullo, la presunción, los complejos de inferioridad, los de superioridad, narcisismo, la falta de autoestima, la falta de quererse a sí mismo, de conocerse. Todo esto se gesta de manera soterrada, discreta, “normal”, en lo diario, en lo cotidiano”.
Alfonso Franco Tiscareño
Para Vitral, en el suplemento Barroco. Diario de Querétaro
16 de noviembre del 2023
https://www.diariodequeretaro.com.mx/cultura/narciso-ii-11036506.html
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